En la vida salvaje, los caballos con problemas masticatorios estaban más delgados y eran, en general, menos fuertes. En consecuencia, eran los primeros en sucumbir a manos de los depredadores y no tenían descendientes, con lo que este tipo de defectos no pasaban a la siguiente generación.
En la actualidad , y de forma más marcada desde la generalización del uso la inseminación artificial, son los caballos bonitos y con buenas aptitudes deportivas los que tienen descendencia, sin prestar atención prioritaria a la calidad de sus cascos y de sus dientes.